Protagonistas de una nueva etapa
Por: Alberto López Hermida, profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de los Andes.
Muchos de los grandes cambios que ha sufrido la cultura se inician con un estridente movimiento social. Particularmente en el siglo XX esos movimientos han sido muchas veces protagonizados por estudiantes. Lo que Chile ha vivido desde la Revolución Pingüina de 2006 hasta el presente no es una excepción.
Por lo mismo, hay que tener la madurez que exigen estas circunstancias históricas. Es posible que en un comienzo salir a la calle haya sido una necesidad; por momentos, una obligación. Eso está hecho y los ojos de la sociedad ya están puestos sobre los jóvenes. Ahora se le debe al país y a las generaciones futuras ser protagonistas racionales - no sólo emocionales - del cambio.
Para ello, urge dotar de contenido sólido un debate que corre el peligro de quedar a merced de slogans prefabricados en otro momento y lugar y que pueden hacer del cambio una bomba de tiempo que entregaremos a nuestros hijos y nietos.
Es tiempo de héroes jóvenes. De héroes que sepan darse a sí mismos ya no en las barricadas callejeras, sino en las alternativas democráticas. Pasó la hora del puño y la piedra. Es tiempo del lápiz y el papel.
Desde el punto de vista de los valores y la religión, no deja de ser interesante una campaña en la que lo que nosotros llamamos “temas valóricos” prácticamente no figuran en el discurso del día a día.
Sin embargo, subyace a todo acto electoral el grito urgente por rescatar la dignidad del mexicano como persona. Su dignidad en el trabajo, su dignidad en la educación, pero, sobre todo, su dignidad como ciudadano que no merece vivir día a día como víctima de bandas, cárteles y criminales de alto calibre, muchas veces secundados por políticos que abiertamente negocian con el crimen organizado.
Es una situación que, gracias a Dios, para el chileno es difícil incluso de imaginar. Una sociedad en la que se trata con inquietante cotidianidad crímenes cargados de sadismo.
Precisamente esa dignidad extraviada al hablar de la persona es lo que ha llevado a la sociedad mexicana a una situación a la que, aunque sea por distinto camino, en Chile también estamos llegando: hablo del absoluto descrédito de la clase política.

